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En pediatría, el uniforme médico cumple una función que va más allá de lo práctico. No solo identifica al profesional de la salud, sino que también influye directamente en la percepción emocional de los niños y de sus familias. El color del uniforme puede ayudar a crear un ambiente más tranquilo, reducir el miedo y facilitar la interacción durante la consulta. Por eso, elegir el color adecuado en pediatría es una decisión más importante de lo que parece.
A diferencia de los adultos, los niños reaccionan de forma más intensa a los estímulos visuales. Un color puede generar calma, curiosidad o, por el contrario, rechazo y ansiedad. En un entorno médico, donde muchos niños ya llegan nerviosos o asustados, el uniforme puede convertirse en un primer punto de contacto emocional.
Un color bien elegido ayuda a que el profesional se vea más cercano y menos intimidante. Esto facilita la comunicación, mejora la cooperación del niño durante la revisión y contribuye a una experiencia más positiva tanto para el paciente como para sus padres.
Los niños suelen asociar los colores suaves con seguridad y tranquilidad. Tonos demasiado oscuros o muy formales pueden recordarles experiencias desagradables, mientras que los colores claros y equilibrados suelen transmitir una sensación de cuidado y confianza.
Además, los colores influyen en el estado de ánimo. En pediatría, un ambiente visualmente agradable puede ayudar a que el niño se relaje, preste atención y se sienta más cómodo durante el contacto físico o los procedimientos básicos.
Colores como azul claro, verde menta o turquesa suave son muy utilizados en pediatría porque evocan limpieza, frescura y tranquilidad. Estos tonos ayudan a reducir la tensión sin verse fríos o distantes, y suelen ser bien aceptados tanto por niños como por padres.
El rosa pastel, el coral claro o el amarillo suave aportan una sensación de cercanía y amabilidad. Bien combinados y en tonalidades discretas, estos colores ayudan a humanizar la imagen del personal médico sin restar profesionalismo.
En algunos centros pediátricos, los uniformes con pequeños detalles o estampados sutiles pueden servir como herramienta para generar conversación y romper el hielo con los niños. Es importante que estos elementos sean moderados y no recarguen visualmente la prenda.
El blanco tradicional, aunque muy común en el ámbito médico, puede generar miedo en algunos niños, ya que suele asociarse con hospitales, inyecciones o procedimientos incómodos. Por otro lado, los colores muy oscuros como negro, gris intenso o azul marino profundo pueden resultar demasiado serios y crear distancia emocional.
También es recomendable evitar tonos excesivamente brillantes o saturados, ya que pueden distraer al niño o generar una sensación visual demasiado intensa en un entorno que debería ser calmado.
Elegir colores más amigables no significa perder seriedad ni autoridad profesional. Un uniforme limpio, bien ajustado y de un color adecuado transmite confianza y orden. En pediatría, el objetivo es lograr un equilibrio: verse profesional sin resultar distante, y cercano sin parecer informal.
La coherencia entre color, diseño y cuidado del uniforme refuerza la imagen del personal de salud y genera tranquilidad en los padres, que también valoran un entorno médico bien presentado.
El mejor color de uniforme para pediatría es aquel que ayuda a crear un ambiente tranquilo, accesible y confiable. Los tonos claros y suaves suelen ser la opción más acertada, ya que facilitan la conexión con los niños y mejoran su experiencia durante la atención médica. Un uniforme bien elegido no solo acompaña el trabajo diario, sino que también contribuye al bienestar emocional de los pacientes más pequeños.